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Aquella misma noche Dios se apareció a Salomón y le dijo:

— Pídeme lo que quieras.

Salomón le respondió:

— Tú trataste a mi padre David con especial favor y a mí me has permitido reinar en su lugar. Ahora, Dios, el Señor, cumple la promesa que hiciste a mi padre David, pues me has hecho rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra.

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